Nº 18 - Enero 2007
[ISSN 1886-2713] |
:::Zenagas:::Audaces conquistadores que, en otro tiempo, extendieron sus dominios más allá del Estrecho de Gibraltar, como sus antepasados habían protagonizado diversas rebeliones contra la dominación de romanos, vándalos y bizantinos, los hablantes zenagas (o iznayen, en amazighe) han quedado reducidos en la actualidad a un pequeño grupo en la costa sudoccidental de Mauritania. Pese a todo, su nombre evoca una de las grandes ramas de la etnia y la historia amazighes, de la que todavía se sienten herederos no pocas comunidades por toda la Tamazgha, aunque ya muy mezcladas con otros aportes humanos, sobre todo árabes. Del ahora agonizante dialecto zenaga, se ocupó el autor que en esta oportunidad llega a nuestras páginas. Louis Léon César Faidherbe (1818-1889), destacado oficial del ejército francés, sirvió en Argelia de 1842 a 1847 y, tras un brevísimo paso por Guadalupe, regresó a la colonia norteafricana entre 1849 y 1852, fecha en la que fue trasladado a Senegal, donde ocupó el cargo de gobernador en dos ocasiones; la primera, de 1854 a 1861 y, la segunda, de 1863 a 1865. Ingeniero militar, dirigió intensas campañas de ocupación en el África noroccidental, que le permitieron conocer con detalle las características geográficas de la región, así como la historia y etnografía de sus poblaciones, aspecto a los que dedicó varios estudios. A pesar del enfoque colonialista que impregna su obra, los trabajos que realizó poseen un valor indudable, pues reúnen testimonios e informes de un observador privilegiado e instruido. No en vano, por ejemplo, dirigió una misión científica en el Alto Egipto, donde halló inscripciones líbicas; estudió los materiales epigráficos numídicos y fenicios, y escribió sobre otras lenguas senegalesas, a las que confirió un tratamiento preferente en el Annuaire du Sénégal. Aquí exponemos a continuación una pequeña muestra de su interesante labor investigadora, muy poco conocida fuera de los ámbitos especializados. La «Introducción» que volcamos al español pertenece a una pieza fundamental en la bibliografía lingüística amazighe, ya que el general Faidherbe compuso la primera descripción sistemática del dialecto zenaga, hoy casi extinto, hablado por entonces, la segunda mitad del siglo XIX, en el sur de Mauritania y en Senegal. El texto traducido, una mera aproximación etnohistórica, muestra sin embargo con mucha sencillez unas pinceladas muy relevantes del papel desplegado por este pueblo en algunos momentos de su pasado. Autor: Louis Faidherbe.
Introducción El señor Renan, en su obra publicada en 1863 sobre las lenguas semíticas [*], propuso formar una familia denominada camítica con la lengua egipcia y sus congéneres. Dijo que futuras investigaciones revelarían si los idiomas bereberes, formas actuales del libio, deberían ser incluidas en la misma familia. Él sostuvo desde entonces como un hecho probado que estos idiomas no pertenecían a la familia de las lenguas semíticas, aunque presentaban afinidades gramaticales con éstas. Desde ese momento, a medida que se alcanzó un mayor conocimiento del egipcio en sus diferentes épocas y de los dialectos bereberes, se estuvo en condiciones de comparar estas lenguas entre sí y determinar su grado de parentesco con las lenguas semíticas. Es lo que acaba de hacer el señor marqués de Rochemonteix, en un trabajo presentado al Congreso Internacional de Orientalistas de París, en 1873, y que se acaba de publicar en 1876 (1). Sus conclusiones son que (página 75): «La raza bereber y la raza egipcia han tenido las mismas raíces pronominales y han empleado procedimientos idénticos para formar el plural y los pronombres absolutos. La acción del tiempo y la índole de cada lengua sólo han aportado modificaciones superficiales que no impiden encontrar con facilidad los mismos elementos en los pronombres». Añade (página 87) que «el estudio de las formas gramaticales muestra que las dos lenguas tienen el mismo punto de partida y emplean idénticos materiales, que tratan por los mismos procedimientos, para la creación de los matices verbales en los substantivos y su plural». Respecto a la comparación de los idiomas bereberes con las lenguas semíticas, reconoce reglas comunes en la conjugación; dice (página 98): «Estoy inclinado a creer que, tras mucho tiempo en contacto con la raza semítica, los pueblos bereberes, iniciados en una conjugación totalmente hecha en una lengua que se les hizo familiar, conjugación que dio a la expresión una precisión mayor, adaptaron a su tiempo rudimentario las formas del aoristo semítico». Se resume diciendo (página 10) que ha constatado la identidad de los elementos gramaticales del egipcio y del bereber. Pero el señor de Rochemonteix declara (página 69) que sólo ha podido interpretar los datos tomados de los dos dialectos bereberes sobre los cuales el general Hanoteau ha publicado sendas gramáticas, a saber: la gramática cabilia en 1859 y la gramática tuareg en 1863 [**]. Habiendo concebido la idea, después de tener conocimiento del trabajo del señor de Rochemonteix, de comunicarle un estudio sumario que yo había hecho en 1854 sobre el dialecto zenaga, hablado por los bereberes de Senegal, me dijo que pensaba que la publicación de este trabajo sería muy útil a la ciencia. Por ese motivo me he decidido a darlo al público, tal cual, es decir, como fue escrito en 1854, cuando aún no habían aparecido ni las gramáticas del general Hanoteau ni la del señor H. Stanhope Freeman (1862) [***]. Me parece oportuno ofrecer algunas nociones históricas sobres los bereberes-zenaga en cuestión. Sin remontarnos a los libios, de los cuales he hablado en varios trabajos que he publicado desde 1868 (2), me contentaré con repasar la excelente obra de Ibn Jaldún, historiador árabe del siglo XIV [****]. «Toda el África septentrional hasta el país de los negros», dice, «ha estado habitada por la raza bereber, y esto desde una época de la que no conocemos ni los acontecimientos anteriores ni el principio». Las naciones más célebres de la raza bereber fueron los zenatas, los zenagas, después los masmudas, etc. Los zenaga, cuyo nombre escrito por los árabes se ha convertido en senhaya, se extendían desde las regiones del sur de Marruecos hasta Senegal, cuyos dos ríos estaban poblados por los negros y los peul. Nómadas bravos y feroces, recorrían estas ardientes comarcas con sus camellos, que constituían su principal riqueza, y comerciaban con los negros, a quienes compraban oro y esclavos a cambio de sus caballos y de la sal gema que ellos traían de diversos puntos del Sahara. Después del legislador Mahoma (siglo VII de nuestra era), los árabes invadieron el África septentrional, conquistaron Berbería a los bizantinos que la dominaban, subyugaron y convirtieron a una parte de las tribus bereberes y se asentaron en estas bellas y vastas comarcas. Fueron reforzados, en los siglos siguientes, por invasiones sucesivas y terminaron por repartirse todo el país, que, antaño, no tenía, en el interior, más habitantes que los bereberes. Entre éstos, unos se sumaron y se mezclaron con los vencedores para emprender con ellos la conquista de España; otros se dispersaron y fueron obligados a retroceder hasta los lugares más inaccesibles, bien por su altitud o por su latitud; pero su huida hacia el Sur no les puso a salvo de la persecución de los árabes, que soportaban por lo menos también como ellos la ruda vida del desierto, y, desde entonces, los habitantes del África septentrional, desde el litoral del Mediterráneo hasta el país de los negros, son una amalgama de poblaciones bereberes y árabes. En el siglo V de la Hégira (XI de nuestra era), los zenagas, de las orillas del Senegal (río al cual hemos dado nombre y que los escritores árabes han confundido con el Níger, bajo la denominación de Nilo de los negros), jugaron un gran papel en el mundo. Formaron la secta de los morabetinos, vocablo que los historiadores europeos han convertido en almorávides y los navegantes y comerciantes de Senegal en marabutes, e, impulsados por el entusiasmo religioso, remontaron hacia el Norte, se nutrieron de numerosos adeptos y fundaron, bajo el célebre Yusef Ben Tashfin el Senegalés, de la tribu de los lemtuna, el imperio almorávide, que comprendía toda Berbería (estados berberiscos), el Sahara, las Islas Baleares, Sicilia y la mitad de España. Al mismo tiempo, se dedicaron a hacer la guerra santa por todo Senegal y Níger contra los negros fetichistas, los convirtieron en parte, rechazaron a los que se resistían y fundaron, con aquellos que se hicieron musulmanes, algunas colonias estables, que llegaron a ser los centros de comercio más importantes del Sudán. El dominio almorávide en África sólo duró hasta el siglo VII de la Hégira (XIII de nuestra era). Desde entonces, las numerosas fracciones en las que se dividía la nación zenaga tuvieron los destinos más diversos. Entre otras invasiones árabes, hubo una muy importante hacia mediados del siglo V de la Hégira. Se componía principalmente de las tribus de Hilal y Soleim. Con ellas se encontraba la tribu makil, tribu himiarita o del Yemen, y, como consecuencia, no descendiente de Ismael, hijo de Abraham; esta tribu, poco numerosa en el momento de la invasión, se multiplicó más tarde, hasta el punto de convertirse en una de las más poderosas del África occidental. Los makil se dividieron en tres fracciones: los Beni Obeid Allah, los Beni Mansur y los Beni Hassan. Estos últimos, nómadas por excelencia, se extendieron por las arenosas regiones del desierto hasta los lugares donde habitaban los zenagas, debilitados después de la caída del poder almorávide que ellos habían fundado, esto es, en el siglo VII de la Hégira (XIII de nuestra era). Los árabes Beni Hassan o Hassan subyugaron a las tribus bereberes zenagas, las sometieron a tributación y ocuparon su lugar en el dominio sobre las orillas del Senegal. Contra los negros, terminaron la obra de conversión y contención. Sin embargo, algunos bereberes se rehicieron en la cabecera del río, por ejemplo, los duaish.
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