Nº 18 - Enero 2007
[ISSN 1886-2713] |
:::La tarabilla:::Especie endémica de Fuerteventura, la caldereta o tarabilla canaria (Saxicola dacotiae dacotiae), una joya de la avifauna del Archipiélago, corre ya un serio peligro de extinción. Su amenaza principal, como es fácil suponer, procede de la desordenada y compulsiva expansión de ciertas actividades económicas, implicadas en la degradación irreversible de unos ecosistemas a los que se encuentra muy apegado este pájaro, llamado también a veces cartucho. Dado que no se trata de un ave migradora, apenas se localizan ejemplares de la subespecie S. d. murielae en los islotes de Montaña Clara y Alegranza o en el norte de Lanzarote. Su vida transcurre en los barrancos, zonas áridas o pedregosas con abundante vegetación o cerca de charcas y embalses, aunque siempre donde haya pendientes y algún tipo de prominencia (arbustos de cierto porte o piedras elevadas) que le permita detenerse a observar y cantar. Justo desde esas atalayas se lanza a la captura, muchas veces en pleno vuelo, de los insectos e invertebrados en general que forman parte principal de su dieta (además de las frutas). Unas hábiles evoluciones en el aire que están en el origen de su denominación, pues el lexema [T•R•B] habla de la persona o animal ‘rápido, ligero, ágil’ y ‘atrevido’. Esa excitación voladora la demuestran incluso los ejemplares más jóvenes. En nidos que instala en algún hueco del suelo o en las grietas de las rocas, fáciles blancos para gatos, ratas y coleccionistas, la hembra deposita cuatro o cinco huevos a mediados de enero. Sin embargo, transcurridas unas dos semanas de incubación, no resulta nada extraño detectar los revoloteos iniciales de las crías ya durante el mes de febrero. La esbelta figura de este hermoso pájaro de la familia de los Muscicápidos arranca en unas patas bastante robustas, adecuadas para buscar también la comida en el suelo. A sus 12 cm de longitud, añade unos 24 de envergadura cuando vuela. Junto a la frente de color castaño, que se extiende por el occipucio hasta la nuca, destacan sus ojos negros, marcados por una franja superciliar blanca que se inicia en la base del pico y llega hasta detrás del ojo. También el pecho exhibe una tonalidad castaña, aunque algo grisácea, que se vuelve aún más clara en el abdómen, mientras en las partes inferiores adquiere una coloración más rojiza. Cruza las alas una banda blanca, el mismo color que acentúa la rabadilla. En los flancos de las alas y de la garganta, el macho presenta unas pequeñas motas blancas, ausentes en una hembra que muestra colores más apagados.
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