Nº 18 - Enero 2007
[ISSN 1886-2713] |
:::Voces blancas:::Alguna vez hemos mencionado aquí la creencia amazighe en las propiedades benéficas del color blanco. Una persona, animal o cosa que se quiera proteger recibirá un nombre que pertenezca a este campo semántico, lo mismo que si ya posee esa cualidad cromática, pues de esta manera se potencia también esa virtud. Igual que ocurre en muchas otras culturas de todas las épocas, esta milenaria comunidad norteafricana concibe la palabra como una expresión intencional del pensamiento, es decir, como un vehículo a través del cual proyectamos una energía mental cargada emocionalmente. De ahí, por ejemplo, la utilización de pinturas corporales, tatuajes o amuletos que intentan preservar ciertos órganos y capacidades del sujeto frente a los mensajes o sentimientos que, de forma consciente o no, pueda emitir otra persona. En algunas voces isleñas, además de la mera descripción física, es posible conjeturar la presencia de esos otros rasgos culturales. La toponimia, la fauna o la alimentación proveen muestras representativas, como veremos a continuación. En La Gomera, el pago de Arguamul o Arguamule (arga-amul) nos revela un ‘canal o río claro, blanco o puro’. Ya se decía en las primeras historias insulares que aquella isla «Es muí abundantísima de aguas, y fuentes, y muí buenas, espesíalmente la fuente de Chemele, y la de Tegoay, y la de Chegelas, que al presente llaman la fuente del Conde» [Abreu (ca. 1590, I, 15) d. 1676: 19v]. Tres manantiales donde el primer hidrónimo, Chemele (temellet), parece volver sobre esa más que evidente asociación de la ‘blancura’ con la ‘pureza’. Una expresión, por cierto, que los campesinos de Gran Canaria reconocerán por medio de su forma palatalizada, temelle, que utilizan todavía como el adjetivo que dispensan a la ‘cabra de color blanco’. A partir de la leche de las cabras y ovejas, tratada hasta obtener una substancia de consistencia más espesa y de color blanquísimo, se producía incluso en fechas recientes una manteca que, muy apreciada por sus propiedades medicinales, se administrada a los niños y enfermos. Con el nombre de mulan, amolán o amulán (mullan), se daba cuenta de un producto que recibía esta denominación no por proceder de la leche, sino por ese ‘blanqueado’ característico que adquiría con su preparación, aunque sus aplicaciones curativas permiten insistir en esa condición beneficiosa. A estas alturas, hasta el lector menos avezado habrá observado que el ‘color blanco’ siempre viene referido a la secuencia de consonantes [M•L•(L)], cuya manifestación verbal adopta leves variantes según los dialectos (mlul, imlil, mlel, mell, imlul o imlal). Pero su espectro cromático contempla oscilaciones que van desde las tonalidades más pálidas hasta las más brillantes y casi rojizas, incluyendo en algunos casos cierta idea de movimiento ligada a la percepción del centelleo, como señaló muy oportunamente Paulette Galand-Pernet (1986-86: 15). Un caso que podría aceptar esta caracterización lo encontramos en la antigua demarcación nororiental de La Gomera, Mulagua (mulawa), donde la raíz [M•L•W] denota ese hecho de ‘centellear’ o ‘brillar de modo vivo con un resplandor tembloroso’, suponemos que por el reflejo del Sol en los diversos nacientes. Pero hoy tenemos la satisfacción de traer hasta las páginas de nuestra revista un término, aún vigente en la isla de Gran Canaria, que conserva con absoluta nitidez una de esas ramificaciones figuradas que se adjudica al color blanco. Aunque no figura en los inventarios lexicográficos publicados, las pesquisas etnolingüísticas que, con admirable entusiasmo y cuidado, realiza nuestro compañero Víctor Perera Mendoza han rendido un fruto sin duda muy atractivo. En recientes visitas a Barranco Hondo, en Gáldar, varios informantes reportaron a nuestro amigo, entre otras voces, lo que podemos considerar una perfecta traducción amazighe del concepto español ‘cándido’, adjetivo que, además del ‘blanco’ latino, anuncia algo ‘sencillo, sin malicia ni doblez’. Porque ‘hombre bueno, inocente, manso o bobo’, a veces con segunda intención incluida, constituye la atribución de significado que obtuvo para la expresión malén (mallen). Una idea que se aprecia también en algún dialecto continental, como en las hablas del Marruecos central. En su indispensable Dictionnaire, Miloud Taïfi (1991: 416) ilustra las acepciones de la raíz [M•L] con este curioso ejemplo: imellul-as wul (su corazón es blanco) ‘él es bueno, afable, cándido, ingenuo’. He aquí un testimonio más de esa identidad cultural que, a pesar de la negación y el asedio de los cambios históricos, todavía fecunda una memoria ancestral.
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