Nº 18 - Enero 2007
[ISSN 1886-2713] |
:::Los isleños y el mar:::El mar jugó un papel muy importante en las vidas de los antiguos habitantes del archipiélago canario. Ya hemos comentado en alguna otra ocasión que el hecho de habitar en una isla limita los recursos materiales disponibles para sus pobladores. Sin embargo, la abundancia de zonas costeras se encargó de contrarrestar esas limitaciones en Canarias, favoreciendo la utilización de los recursos naturales proporcionados por el medio marino. Del mar se extraían alimentos, como el pescado o el marisco, y también materias primas con las que fabricar algunos utensilios: conchas, espinas, cantos rodados, etc. Además, el mar cumplía una función importante dentro de las creencias religiosas de aquellas antiguas sociedades ínsuloamazighes: «del mar venían las almas de sus antepasados, y por el mar salía y se ocultaba el astro que regía su vida y su sistema de creencias, el sol» (Navarro Mederos 2005: 56). Nuestros ancestros eran expertos nadadores, pero todo parece indicar que desconocían el arte de la navegación. Esto mismo se afirma en la primera crónica europea sobre la vida en las Islas: Y además de esto dicen ser éstas [islas] hasta tal punto diversas entre sí en los idiomas que mutuamente no se entienden, y por añadidura sin tener ninguna clase de navíos u otro medio por el cual puedan pasar de una isla a las otras, salvo que lo hicieran a nado [Recco (1341), en Boccaccio ca. 1342: 124]. Aunque, dos siglos más tarde, uno de los primeros y más fiables historiadores antiguos afirma que los canarios: hacían barcos de árbol de drago, que cavaban entero, y después le ponían lastre de piedra, y navegaban con remos y con vela de palma alrededor de las costas de la isla; y también tenían por costumbre pasar a Tenerife y a Fuerteventura y robar [Torriani (1590) 1978: 113]. De todos modos, los expertos ven más probable que aquellos isleños se limitaran a utilizar algún tipo de bote pequeño, tal vez hecho con odres inflados, diseñado exclusivamente para efectuar desplazamientos cortos durante las tareas de pesca o marisqueo. Con seguridad, cuanto podemos afirmar es que las comunicaciones interinsulares no debieron de ser muy fluidas, pues las corrientes interiores hacen muy difícil la navegación. La pesca Conocemos algunas de las técnicas practicadas por nuestros antepasados a la hora de conseguir pescado. El uso de anzuelos –fabricados con hueso o cuerno– era conocido en todo el Archipiélago, aunque el gran tamaño de algunos lleva a pensar que eran más apropiados para una pesca de altura que no queda documentada. También era común cerrar con piedras algunos charcos o caletones, para que los peces quedasen atrapados en el interior cuando bajaba la marea. En ocasiones, se empleaba leche de cardón, para que, una vez derramada por el agua estancada, aturdiese a las presas y facilitase su captura. Por su parte, en la isla de Gran Canaria, se llevaba a cabo otro tipo de pesca colectiva: Si acaso vían andar en la costa algún bando de sardinas, que hace luego señal en el agua, como eran grandes nadadores, echábanse a nado hombres y mujeres y muchachos, y cercaban el bando de las sardinas, y íbanle careando para la tierra, dando palmadas o con palos en el agua. Y, cuando lo tenían cerca, tomaban unas esteras largas de juncos, con unas piedras atadas a la parte baja: llevándola como red, sacaban a tierra mucha sardina [Abreu Galindo (ca. 1590) 1977: 160]. La especie de los peces capturados variaba en función de la técnica utilizada. En Gran Canaria predominaba la sardina, mientras que la vieja y la morena eran los pescados más consumidos en las demás islas, en las que también se comían sargos, saifías, salemas, galanas, cabrillas, palometas, samas roqueras, pejes verdes, pejes rey, pejes perro, romeros, etc. El marisqueo El marisqueo se llevaba a cabo durante todo el año, siendo las especies recolectadas la lapa de pie negro, la lapa de pie blanco, el burgado, el burgado macho, la lapa de sal y, en islas como Fuerteventura, Lanzarote o Gran Canaria, el mejillón. También se capturaban cangrejos, erizos y, probablemente, pulpos, aunque, obviamente, estos últimos no dejarían rastros arqueológicos. Como hemos comentado, los antiguos isleños utilizaban la concha de algunos de estos moluscos para la fabricación de utensilios o para utilizarlas como ornamentos. Viera y Clavijo, otro de los primeros historiadores de nuestras islas, ejemplifica el caso al definir el bonete del jefe indígena de la isla de Lanzarote como una «Corona de pieles Caprinas esmaltadas de Conchas» [Viera y Clavijo (1772) 2004: 190]. Unas conchas que darían nombre a un peculiar tipo de yacimiento, existente, sobre todo, en La Gomera, Tenerife, Fuerteventura y El Hierro: los concheros. Se trata de concentraciones de conchas situadas cerca del mar. Su origen aún no está del todo claro, pero la hipótesis más extendida es que eran lugares donde los isleños se reunían para tratar o consumir el marisco recolectado.
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