Nº 18 - Enero 2007
[ISSN 1886-2713] |
:::Guadarfía:::Hay personajes que perviven en la memoria colectiva por haberse encontrado en medio de una encrucijada determinante para su comunidad. De una manera sencilla, como otro elemento más de su descripción sociológica, Abreu Galindo nos presenta a Guadarfía, uno de los actores principales de la conquista de Lanzarote: Las casas de su morada eran de piedra seca y fuertes, y las puertas angostas y pequeñas, que apenas cabía una persona por la entrada. Cuando Juan de Betancor vino a Lanzarote, tenían por su rey un gentil que llamaban Guarfía, y a su reina Aniagua. // Vestían los desta isla de Lanzarote un hábito de cueros de cabras, [...] [Abreu (ca. 1590) 1977: 57]. Más aún, la rendición pacífica de la Isla, gestada en las negociaciones llevadas a cabo por los intérpretes Alfonso e Isabel, de cuyos nombres da cuenta Le Canarien [(ca. 1420: 9r) 2003: 34 y (d. 1494: 10v) 2003: 187], nos invita a pensar en un personaje cuya vida no ha sido agitada por demasiados sobresaltos: Dicen también que Juan de Letancurt llevó consigo a esta empresa a dos hombres naturales de Lanzarote, cautivados por los vizcaínos veinte años antes; los cuales, ya hechos cristianos, favorecidos por Letancurt, persuadieron a los isleños a que se rindiesen, con prometerles de parte del francés paz y libertad; de modo que los isleños, aunque estuviesen ya puestos en orden para defender su patria, se rindieron, y recibieron a Letancurt por su señor, siendo bautizados e instruidos con facilidad en la doctrina cristiana [Torriani (1590) 1978: 38]. Pero nada más lejos de la realidad. Después de ocupada la Isla, durante el primer viaje de Jean de Béthencourt a España (1402), uno de sus oficiales se destacó por sus tropelías contra la población nativa. La respuesta de Guadarfía y los suyos fue inmediata: […] hizo tan mal tratamiento y áspero y usó de tantas crueldades con Guadarfía y los naturales de ella, que, forzados de los muchos agravios y de no guardárseles el buen tratamiento y fidelidad que se les había prometido, tomaron las armas contra Mosiur Guillermo de Betancor y, armándole una celada, le mataron. Los que escaparon de este reencuentro se recogieron al castillo de Rubicón. Fué caudillo de esta batalla Guadarfía, el cual, poniendo cerco al castillo, impedía a los franceses no se pudiesen proveer de los ganados de la isla ni hacer entradas ni correrías, haciéndoles padecer mucha necesidad y hambre [Abreu (ca. 1590) 1977: 63]. La confianza en los extranjeros resultó muy dañada y, realmente, se vivieron momentos críticos para la expedición normanda, mientras el malestar social quedaba patente: La población de Lanzarote quedó muy disgustada por haber sido apresada y traicionada de ese modo, hasta el punto que decía que nuestra fe y nuestra religión no era tan buenas como pretendíamos, cuando nos traicionábamos mutuamente y teníamos tan terrible proceder unos contra otros, y que no éramos nada leales en nuestros actos. Y todos los paganos de Lanzarote se alzaron en contra nuestra y se enemistaron hasta el punto de rebelarse y matar a tantos de los nuestros que fue gran pena y pérdida [LC (d. 1494: 21r) 2003: 228]. En este contexto, el gobernante indígena pasaría otra dura prueba. Uno de sus súbditos planeó derrocarle y usurpar su dignidad, proponiendo y facilitando su entrega a Gadifer de la Salle, aunque con la finalidad última de expulsar a los europeos de la Isla: «Los nuestros [los normandos] entraron acometiendo con fuerza y los apresaron, pero como Gadifer no los encontró culpables de la muerte de su gente, los liberó a todos a instancias de Afche, aunque retuvo al Rey y a un tal Alby [Mahy]» [LC (d. 1494: 22v) 2003: 235]. Guadarfía fue trasladado al castillo del Rubicón, donde transcurre el célebre episodio de Afche: Pasados algunos días, llegó Afche al castillo de Rubicón y acordaron que sería rey a condición de que recibiera el bautismo junto con todos sus partidarios. Cuando el Rey [Guadarfia] lo vio llegar, lo miró muy despectivamente diciéndole: «Fore troncquenay», esto es «Malvado traidor». Con esto Afche se despidió de Gadifer y se vistió como rey [LC (d. 1494: 23r) 2003: 236]. Aunque, al contrario de lo que sugiere la traducción anotada por la fuente, el insulto lanzado por Guadarfia (fore torom kennay, ‘la sarna han traído [con] ustedes’) no exculpa a los colonizadores. En realidad, además de dirigir la expresión a los oficiales normandos que acompañaban a Afche, el jefe depuesto emplea el verbo aru, cuya acepción ‘llegar’ o ‘aparecer’ está relacionada con el concepto ‘engendrar, procrear, producir’. Por tanto, es evidente que el jefe isleño establecía una relación directa entre la intervención colonizadora y el desencadenamiento de la traición en su comunidad amazighe. La segunda parte del plan de Afche fracasó, siendo ajusticiado por un Guadarfía que había logrado escapar de su cautiverio: Y aconteció que durante la noche de ese preciso día el primer rey se escapó de la prisión de Rubicón llevándose los grilletes y la cadena con que estaba sujeto, y tan pronto como llegó a sus casas hizo prender al susodicho Afche, que se había proclamado rey y lo había traicionado, e hizo que lo lapidaran y luego lo quemaran [LC (d. 1494: 23v) 2003: 239]. Estos episodios, a la postre, caracterizarían a cada personaje para las generaciones futuras: el vencedor Guadarfía (Wadarfi, ‘liberado’) frente al perdedor Afche (Afššeš, ‘caprichoso’). El acto final de esta obra se desarrolla con el regreso a Lanzarote de Jean de Béthencourt, procedente de tierras castellanas. El normando calmaría a los nativos, poniendo fin a las hostilidades y realizando los correspondientes repartimientos de tierras: Y así se bautizaron todos; y el primero que recibió el bautismo fué el rey Guadarfía, en la iglesia de Rubicón, que es la advocación de San Marcial. Fué llamado Luis, y el capitán Juan de Betancur le dió el término y casa de Zonzamas; y hizo y dió otros repartimientos a franceses y españoles que vinieron con él [Abreu (ca. 1590) 1977: 64]. De la descendencia de Guadarfía, ligada –como en otros casos similares– a la nobleza extranjera, tenemos noticias fehacientes: A Sancho de Herrera [su padre, Diego de Herrera] dejó cuatro dozavos de la renta y jurisdicción de Lanzarote y Fuertevetura, y las islas de Alegranza, isla de // Lobos y Santa Clara, y un heredamiento con doscientas aranzadas de olivares en Valdeflores, en Acialcázar, lugar de la jurisdicción de Sevilla. Fué casado este Sancho de Herrera con Doña Violante de Cervantes, sobrina del cardenal don Juan de Cervantes, arzobispo de Sevilla, la cual murió sin hijos. Tuvo después Sancho de Herrera a doña Costanza Sarmiento, en doña Catalina Guadarfia, hija de Guillén Guadarfia, nieta de don Luis Guadarfia, último rey gentil de Lanzarote; [...] [Abreu (ca. 1590) 1977: 244-245]. Por el contrario, indagar en la ascendencia de Guadarfía nos hace caminar por senderos imprecisos, cuando no legendarios. Nada claros aparecen los relatos referentes a su presunta madre Ico o a uno de los candidatos a ser su padre, Guanareme, aunque todas estas cuestiones con aires del mundo rosa quedarán para futuras entregas.
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