Nº 18 - Enero 2007
[ISSN 1886-2713] |
:::La matriz cósmica:::Como otras muchas creaciones culturales, la religión recurre a menudo al tejido de relaciones humanas para componer y cifrar su imaginario. Géneros y clases sociales, por ejemplo, suministran un inventario discursivo muy útil para las estrategias de dominación, pues permiten trasladar imágenes y comportamientos reconocibles con facilidad por la población. Bien sea porque los autores de las crónicas coloniales deslizaron en esos textos algunos postulados de su concepción religiosa o bien porque la prolongada presencia misional en las Islas introdujo elementos judeocristianos en ese ámbito de la cosmogonía isleña, lo cierto es que hay motivos para sospechar que la figura masculina aparece un tanto sobredimensionada respecto de su sentido tradicional. No carece por supuesto de importancia, pero las pruebas etnohistóricas y lingüísticas nos revelan un Dios más protector que hacedor. Su perfil recuerda al del jefe comunitario que vigila y guarda la reproducción de las condiciones de existencia, el ‘sustentador’ de la vida, pero no al creador de ella. Y es que cualquier expresión vital ha necesitado de un útero materno donde incubarse. Que la construcción histórica del modelo dominante de organización social haya primado las referencias patriarcales, en lo que sólo constituye un ejercicio de prelación electiva, no debe conducirnos a minusvalorar la trascendencia de la mujer en la definición –natural y social– del imaginario y la cultura amazighes. Con todas las reservas debidas a las limitaciones heurísticas ya señaladas, resulta imposible soslayar una creencia muy consolidada en toda la tradición cosmogónica norteafricana: el nacimiento del universo se habría debido a la explosión de una de las mayores estrellas del cielo, Canopo, la más importante del hemisferio austral. Tal formulación cosmológica sin duda debe de estar en la base de la mitología religiosa, incluida la cristiana, que ofrece una representación antropomorfa de esos ingredientes. Un diseño que encuentra en las Islas asignaciones nominales absolutamente coincidentes con esa explicación y con las proyecciones calendáricas y astronómicas que derivan de ella (Barrios 2004). En el plano ideológico, la causa del sencillo sincretismo entre el panteón isleño y el cristiano parece residir en esa identidad original (más allá de la ductilidad manifestada en todas partes por la religión de la cruz para asimilar cualquier elemento que sirviera a su despliegue terrenal). Incluso, las fuentes coloniales llegan a presentar la terminología ínsuloamazighe como una mera traducción de los conceptos cristianos, pues tal era el grado de correspondencia entre ambos enunciados míticos: [...] y adoraban â Díos, â quien llamaban Guaraxíraxí. y â Santa Maria despues que les aparecío la llamaban Chaxíraxí. Y es de notar, que Guayaxíraxí, quiere decír, el que tíene al mundo; Y Chaxíraxí, quiere decír, la que carga al que tíene al mundo. Y por otro nombre llamaron a Santa María Atmayceguayaxíraxí, que quíere decír, La madre del que carga al mundo, y no adoraban Ydolos, ní tenían otra cosa â quíen adorar, síno a Dios, y â su madre, aunque no tenían otra ínteligencia delas Cosas de Díos [Abreu (d. 1676, III, 13: 90r) 1977: 300-301]. Así, la tentación de considerar mestizas estas expresiones nativas y su sentido siempre ha estado presente en los estudios históricos. Sin embargo, Chaxiraxi (o Ta-ghir_agh, ‘la que carga el firmamento’) y Atmayceguayaxiraxi (At_may-ès wayya_aghir_agh, ‘he aquí la madre del espíritu que sostiene el mundo’) revelan con claridad esa ‘estrella matriz’ que habría generado el universo, la bóveda celeste o su representación divina, Aqqoran (o A-hghur-an, ‘el Celestial’). Una noción de maternidad astral que, por cierto, parece haber alcanzado también a los seres humanos. La estrella solar, es decir, Magec (o magheq o magegh, ‘se ilumina, prende, alumbra o aparece’) comparte trama lexemática con los entes espirituales, almas, ‘encantados’, ‘aparecidos’ o maxios y con su manifestación mortal o personal, el mago (‘persona’). Así lo advirtió ya el doctor Marín de Cubas [(1694, II, 18: 74r) 1986: 255], cuando señaló que «â el alma tenian por immortal hija de Magec, que padece afanes, congojas, angustias, sed, y hambre, y llevanles de comer alas Sepulturas los maridos alas mugeres, y ellas â ellos alas fantasmas llaman Magios ò hijos de Magec» (Marín 1694: 74). Aunque, en honor a la verdad, pesan aún algunas incertidumbres sobre las categorías gramaticales que vierten los análisis morfológicos. Y aquí terminaría la restitución analítica de los materiales isleños que conectan mejor con esa atávica convicción astronómica tan extendida en toda el África septentrional (o camita). Pero, si penetramos en un terreno algo más tentativo, la investigación ofrece, aunque de manera todavía muy provisional, un capítulo complementario. No por casualidad hemos utilizado el concepto ‘estrella matriz’ para referirnos a esa ‘semilla o huevo primordial’ que esta tradición sitúa en el origen del mundo. Junto a otros diversos vestigios arqueológicos presumiblemente relacionados con el culto y las observaciones celestes, una inscripción tallada en la cumbre del Roque Bentayga (o We-n_taygha, ‘lo que sostiene’), un bello monolito natural de 1.412 m que se levanta en el centro de la isla de Gran Canaria, parece abonar esa antigua lectura cosmogónica. Los cinco signos alfabéticos que se observan en la fotografía admiten, en principio, pocas interpretaciones lingüísticas. En posición vertical, tanto si se comienza la exploración desde arriba como si se hace desde abajo, no hemos sido capaces de extraer valores con un alcance semántico concluyente (aunque una ‘estrella que amamanta’ tampoco resulta imposible). En cambio, si se practica un giro de 90º hacia la izquierda o, mejor aún, hacia la derecha, la secuencia cobra pleno significado. Aunque su disposición no parezca muy canónica, algo que hemos de atribuir a una eventual carga esotérica o simbólica de la información, estamos inclinados a creer que el primer signo de la parte inferior marca la dirección real del texto, dispuesto siempre con la abertura de los brazos hacia los laterales en las representaciones epigráficas continentales (líbico occidental). De este modo, la serie acepta la siguiente transliteración: T•R_N_M•T´, es decir, ‘la estrella o el astro de la mujer o la matriz’. En el estado actual de las investigaciones epigráficas isleñas, esta conjetura de ninguna manera se puede aducir siquiera como una hipótesis suficientemente fundada. Con todo, bien es verdad que tampoco entra en contradicción con el resto de los materiales arqueológicos presentes en el yacimiento ni con los contenidos cosmogónicos detectados en la cultura ínsuloamazighe.
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