Nº 18 - Enero 2007
[ISSN 1886-2713] |
::: El singue::: Los asílidos son moscas de cuerpo alargado pero robusto, con pilosidad más o menos manifiesta y con un apéndice bucal adaptado para succionar el contenido interno de sus víctimas. Sus patas son largas y cerdosas, para asir a sus presas, y su abdomen es cónico. Las larvas de los asílidos viven en el suelo, entre la materia vegetal en descomposición, y sus hábitos alimenticios son predadores o saprófagos. En Canarias, esta familia cuenta con más de una veintena de especies, la mayoría de ellas endémicas del Archipiélago, destacando el género Promachus, con diferentes especies repartidas en las distintas islas, faltando sólo en El Hierro:
Con casi 3 centímetros de longitud, esta mosca es una feroz depredadora de insectos voladores. Para ello se aposta en algún promontorio del terreno desde donde acecha el paso de sus presas, abalanzándose sobre éstas en un potente y ágil vuelo, atrapándolas con sus patas delanteras e inyectándoles unas fuertes encimas para, a continuación, devorarlas en un posadero cercano. Caza desde las indefensas mariposas y moscas domésticas hasta las aguerridas abejas y avispas, pasando por las variadas clases de chinches (hemípteros), quedando sólo a salvo las libélulas de mayor tamaño. Tienen un peculiar vuelo nupcial en el que el macho se acerca a la hembra con las patas extendidas en varios intentos, acompañados de un zumbido rítmico, siendo la mayoría de las veces rechazado por la hembra a la que deberá perseguir insistentemente hasta conseguir el acoplamiento. Ambas circunstancias –el movimiento agitado y el típico sonido–, parecen haber sido los responsables de esa curiosa denominación insular, singue (z´ing). Quizá relacionada también con la expresión singuisangue, ‘movimiento vigoroso y frenético’ (zeng(z)eng), prácticamente en desuso pero que hacía referencia a un ‘baile muy animado o vivaz en pareja’. Nuestras moscas asesinas son muy frecuentes en todas las altitudes durante los meses de verano, siendo totalmente inofensivas para el ser humano, a pesar de su aspecto y costumbres. De hecho, lo cierto es que era el singue quien debía temer a la chiquillería masculina de antaño, cuya imaginación, un tanto cruel, lo convertía en un juguete muy vistoso: con hilo de coser, ataban el extremo de algún desafortunado singue, y éste empezaba a describir círculos en el aire hasta que, con algo de suerte, lograba escapar, a veces, con hilo incluido. En el plano entomológico la biodiversidad canaria, una vez más, nos ofrece buenos ejemplos con la familia Asilidae que presenta interesantísimos endemismos en otros géneros, como Choerades fortunatus de Tenerife (Báez & Weinberg, 1981), Andrenosoma jenisi de El Hierro, Tenerife y Gran Canaria (Kovar & Hradsky 1996) o Stichopon bedae en Gran Canaria (Hradsky & Geller-Grimm, 1996), entre otros.
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