Nº 18 - Enero 2007
[ISSN 1886-2713] |
:::Antigüedades de las Islas Afortunadas - Viana:::Las Antigüedades de las Islas Afortunadas constituyen, sin lugar a dudas, uno de los textos más populares de los que tratan del pasado de nuestro Archipiélago. Raro es el estudio sobre la materia que no cite en alguna ocasión el poema del lagunero Antonio de Viana. Sin embargo, no debemos dejar de preguntarnos hasta qué punto el Poema debe ser considerado como una fuente etnohistórica. Realidad, ficción y leyenda se confunden a lo largo de los 14.372 versos que forman lo que algunos estudiosos consideran uno de los poemas fundacionales de Canarias. El origen de la obra posee algunos aspectos ciertamente excepcionales. En primer lugar, está escrita por un jovencísimo autor: se calcula que Viana empezó a redactarla cuando era un adolescente, pues sólo tenía con 24 años cuando pidió las licencias correspondientes para su publicación. Además, debemos tener en cuenta que Viana no tardaría en olvidar la poesía en favor de la medicina, actividad con la que se ganaría la vida y llegaría a adquirir cierto prestigio. El texto refleja una curiosa relación de amor y odio con su fuente principal, la Historia de Nuestra Señora de Candelaria, escrita por fray Alonso de Espinosa pocos años antes. Viana utiliza el texto del dominico para elaborar buena parte de sus versos dedicados a los usos y costumbres de los guanches, aunque eso no impide que en ocasiones lo critique con saña. Un claro ejemplo lo encontramos en la defensa que Viana hace de la familia del mecenas de su obra, don Juan Guerra de Ayala, sobre la que Espinosa vierte comentarios inciertos, según el punto de vista del lagunero. Además, Viana retoca a su antojo algunas de las costumbres de los antiguos habitantes de Tenerife, bien por no considerarlas apropiadas para la imagen que pretendía dar de sus ancestros, bien porque no casaban con el hilo argumental de su Poema. Es este criterio literario, contrapuesto al histórico, el que hace que el poeta asigne nombres de lugar a los protagonistas de su historia (Tegueste, Tinguaro, etc.), cuando no se los inventa directamente (Leocoldo, Ruymán, Rosalba, etc.). De todos modos, sería un error considerar la integridad del texto de Viana como una fabulación, pues recoge información de fuentes etnohistóricas de justificado prestigio e incluso ofrece algunas informaciones inéditas hasta ese momento, posiblemente extraidas del saber popular y que han podido ser verificadas con el tiempo. Éste es el caso de algunas de las voces guanches que Viana aporta en su Poema, correspondientes a nombres tanto propios como comunes. Entre los primeros hallamos el Sigoñe (‘capitán’) usado para referirse al jefe militar de Benchomo. Para los comunes, guañac (‘comunidad sociopolítica’), guayo (‘vasallo’) o sunta (‘arma, maza muy gruesa’), nos sirven de ejemplo. El problema, por tanto, está en saber qué parte del texto es historia, qué parte es invención y qué parte, leyenda. La tarea no es sencilla: historiadores clásicos, como Núñez de la Peña o Viera y Clavijo, lo intentaron, aunque no siempre con éxito. Es por eso que, lo que para Viana fue artificio artístico, otros lo tomaron como leyenda o incluso como realidad histórica. El Poema de Viana consta de dieciséis cantos escritos en endecasílabos que combinan el verso libre y la octava real. Probablemente fue compuesto en Sevilla, ciudad en la que Antonio de Viana estudió y residió en varias ocasiones, ejerciendo su profesión de médico, y donde el Poema se publicó por primera vez en 1604. El autor, que sitúa la acción durante la Conquista de la isla de Tenerife, no duda en detenerse para explicar el modo de vida de los guanches o para enumerar los nombres de los supuestos conquistadores. Ambas materias, perfectamente prescindibles en la narración de una ficción, son en este caso necesarias. María Rosa Alonso lo justifica así en su Introducción a la edición de 1991 del Poema: «Lo que el joven poeta logra es escribir una historia de las islas en verso, que es una de las misiones de la poesía épica, pero con el deseo de que sea verídica, aunque él sepa que no lo es por entero» (en Viana 1991: 27-28). La abundancia de escenas bélicas nos obliga a enmarcar el Poema de Viana dentro del género épico, pero no debemos olvidar su vertiente bucólica, pues el peso de la narración lo llevan tres historias de amor entrelazadas: la de la princesa Guacimara, hija de Beneharo, mencey de Anaga, y Ruymán, heredero de Taoro; la de Guetón, hijo de Anaterve, mencey de Güimar, y Rosalba, hija de Benchomo; y la de la princesa Dácil, hermana de Rosalba, y el capitán castellano Gonzalo del Castillo. Algunas de estas historias, pura invención del lagunero, se han transformado en leyenda, y no son pocos los que consideran real la existencia de algunos de sus protagonistas.
Contenidos Canto I. Del asiento de las islas, de sus antiguos nombres, grandezas y fertilidad, la descendencia de los naturales que las habitaban, sus trajes, costumbres, orden de república, y de los reyes que tenían los de Tenerife cuando la conquista. Canto II. De los antiguos dueños de las islas y de su primer obispo y relación de la conquista de las cinco, y los asaltos de guerra, que en la de Tenerife dieron los españoles antes de la conquista. Canto III. De las guerras de los reyes de Tenerife, y de sus generales fiestas. Hace el de Taoro alarde de su gente, pídenle paces el de Tacoronte y el de Naga. Danse los retratos de los príncipes; enamóranse. Sale Dácil al bosque de la laguna. Llegan los navíos españoles al puerto de Santa Cruz, y baja el capitán Sigoñe a verlos. Canto IV. El príncipe Ruimán se muestra enamorado del retrato de Guacimara, y el príncipe Guetón, amante de su hermana Rosalba, le reprehende, y sobre ello pasan diferencias. Descríbese la hermosura de Rosalba. Celebran en Taoro las fiestas y llega Sigoñe, capitán, con la nueva de la venida de los españoles. Canto V. El capitán D. Gonzalo del Castillo reconoce el bosque de la laguna; halla a la infanta Dácil; enamórase de ella; quítansela sus guardas. Visita el rey de Taoro a los españoles: tratan de paz, quedan discordes. Hácese junta de todos los reyes; hay entre ellos diferencias. Prométele el de Anaga a Tinguaro su hija por esposa, si vence a los españoles, ella lo rehúsa, y el padre la persuade. Canto VI. Sale Tinguaro de Taoro con su gente, pónese en celada en el bosque de Acentejo; olvida a Guajara, su amante. Anaterve, rey de Güímar, visita a los españoles, asienta con ellos las paces. El viejo Antón les cuenta el origen, aparecimiento y partes de la santa imagen de Candelaria. Canto VII. El capitán Tinguaro está en la emboscada. Quéjase Guajara, su dama, de su olvido y Ruymán, a su padre. Llegan a la laguna los españoles. Pide la isla Nivaria a la Fortuna, le dé favor contra España y la Fortuna se lo suplica al dios Marte; concédeselo. Y la furia Alleto embravece en sueños a Tinguaro en el bosque. Canto VIII. Los españoles llegan al bosque, asáltales Tinguaro; dase la batalla con varios sucesos, y victoria de los naturales; el rey Bencomo da libertad a muchos de los españoles y, entre ellos, al capitán Castillo; reciben en el puerto presentes y regalos del rey de Güímar; asáltales Haineto en el torrejón; véncenlo los españoles y embárcanse en los navíos. Canto IX. Tinguaro pide por esposa a Guacimara, ella no consiente; sale de Anaga, y Ruymán, de Taoro; son tenidos por muertos; hállanse en la laguna, disfrazados, no se conocen. Envía desde Canaria el General a España por socorro. Pierde el juicio Beneharo. Gobierna Tinguaro el reino. Acusan a Guetón y a Rosalba en la muerte de Ruymán, y los prende Bencomo sin culpa. Canto X. Anaterve envía a Guañón, su capitán, con embajada a Bencomo, respóndele mal, y vuelve huyendo de Taoro. El duque de Medina recibe las cartas de Canaria, y concede el socorro. Reprehende Bencomo a Zebensuí. Llega Guañón a las cárceles, mata a las guardas, sale Guetón, y no quiere librarse; vuelven a prenderle. Llega el socorro, y parte a Tenerife. Canto XI. Alborótase la isla con la segunda entrada de los españoles. Junta el de Taoro gran número de naturales en la laguna; sucede en ellos una gran pestilencia. Hace el General de España alarde y lista de sus soldados, y prenden una espía de los naturales. Canto XII. Ante Bencomo llega la otra espía acobardado. Marchan los españoles a la laguna; dase la batalla, ganan la victoria; huye Bencomo, muere Tinguaro: asalta Beneharo a unos soldados españoles, préndelos en una cueva, póneles guardas, y embiste al real aquella noche, véncele, y retírase a su reino. Canto XIII. Los de España libran de la prisión a sus soldados; marcha el ejército a Tacoronte, llevan la cabeza de Tinguaro a los naturales; vuélvense a Santa Cruz. Lleva Bencomo la cabeza a Taoro; hácese con ella gran llanto. Entran los españoles en el valle de Tegueste, batallan y ganan la victoria. Prenden los naturales a Gonzalo del Castillo. Canto XIV. Llevan preso al capitán Castillo ante el rey de Taoro; alégrase de verle la infanta Dácil; dale el rey libertad; los españoles pasan grande hambre y trabajos. Dase la gran batalla en Acentejo; ganan los de España la victoria y entran en el reino de Taoro. Canto XV. El rey Bencomo asienta su real enfrente del de España, y se determina a ser cristiano. Descríbense los lugares de la isla y la descendencia de los Guerra. Trátanse las paces por orden de Gonzalo del Castillo. Asiéntase el concierto con libertad de los naturales. Canto XVI. Bencomo y Beneharo pacifican la isla. Prenden a los príncipes; manda Bencomo despeñarlos del risco de Tigayga, con los otros dos presos; descúbrense por los retratos. Va el General a Güímar; visita la cueva de Candelaria; suceden grandes milagros; viene a la laguna, fúndase la ciudad; nómbrase justicia y regimiento, jurados y escribanos.
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