Nº 18 - Enero 2007
[ISSN 1886-2713] |
:::Los guanches:::Siglo XV, el mundo está aún por descubrir. Los europeos empiezan a surcar los mares más allá de las Columnas de Hércules. Lejos de ellas, cerca de la costa africana, existen unas islas conocidas y exploradas por los antiguos, pero desconocidas y olvidadas por la sociedad del momento. Sólo los marinos más viejos hablan sobre ellas, repiten historias oídas a sus abuelos y que éstos oyeron a los suyos. Hablan de dragones y cíclopes, de monstruos marinos y montañas de fuego… De unas islas vomitadas por la tierra y olvidadas por Dios. En estas siete islas, conocidas en el futuro como Islas Canarias, habita un pueblo llegado del otro lado del mar y que con el paso de los años ha olvidado cómo navegarlo, evolucionando y creciendo ajeno a los cambios producidos en los últimos siglos en el resto del mundo. Cada isla ha permanecido ajena la una a la otra, desarrollando una cultura diferente que comparte una misma raíz común. Muchos de estos pueblos son trogloditas, aprovechan el cobijo que les da la lava ya fría para acondicionarla y construir sus viviendas. Otros excavan en la roca caliza y construyen sus propias cuevas, decorándolas con pinturas y grabados misteriosos. Algunos levantan cabañas con piedra seca formando poblados enormes. La ganadería es su principal forma de vida. Cuidan principalmente de cabras, y éstas se convierten en su principal aliado: de ellas lo aprovechan todo. Su piel les sirve para confeccionar prendas con las que cubrirse, su carne y leche les provee de alimentos, incluso sus huesos les sirven para confeccionar algunas herramientas. Todos comparten un mismo Dios, aunque con diferentes nombres. Abora en la isla de Benahoare (La Palma), Achaman en la isla de Achineche (Tenerife) y Acorán en la isla de Tamarán (Gran Canaria), son sólo algunas de las formas con las que se conoce al Dios Sol, su divinidad suprema. Una religión común a todos ellos que ha sufrido diferentes transformaciones en cada isla. Autor: Felipe Lorenzo |
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