Nº2 Agosto 2005
[ISSN 1886-2713] |
:::Le Canarien:::Durante buena parte de los seis siglos que nos separan del inicio de la Conquista, se aceptó al caballero normando Jean de Béthencourt como primer conquistador de las Islas. El motivo es el siguiente: hasta hace relativamente poco tiempo, los hechos se documentaban en una versión de Le Canarien más parecida a una crónica familiar de los Béthencourt que a la descripción objetiva de los hechos, obra de los clérigos y cronistas de la expedición Bontier y Le Verrier. A falta de otros documentos con los que poder compararla, la versión de Béthencourt fue la que se aceptó inicialmente. Este cotejo no sería posible hasta finales del S. XIX, cuando el British Museum se hizo con una versión de Le Canarien redactada por Gadifer de la Salle, compañero de andanzas de Béthencourt. En ella, Gadifer pone en evidencia la mala conducta del supuesto primer conquistador, le resta méritos y, en gran medida, considera la empresa como propia. El texto de Gadifer habría pasado desapercibido de no haberse comprobado que era anterior al de Béthencourt. Al parecer, fueron los descendientes del laureado como primer Señor de Canarias los que se hicieron con el relato original y lo modificaron con tal de enaltecer la figura de su antepasado. Ambos textos, el de Gadifer y el de Béthencourt, tienen como fuente primaria las efemérides que, sobre la marcha, anotaban los ya mencionados frailes de la expedición, Bontier y Le Verrier. Desgraciadamente, ese documento no ha llegado hasta nuestros días y nos tenemos que conformar con el alegato de Gadifer y la réplica de Béthencourt, con todas las limitaciones que eso conlleva. Pese a todo, las Crónicas francesas siguen siendo básicas para el conocimiento de la historia de la Conquista. Si el lector es capaz de afrontar la lectura de los textos de forma crítica, podrá descubrir, bajo la capa de intereses de uno y otro, los pasajes más importantes del inicio de la invasión europea de las Islas: la llegada de los franceses a Lanzarote y los tratados con el jefe isleño Guadarfia; el primer desembarco en Fuerteventura y el viaje de Béthencourt a España, cuyo objetivo no era otro que el de solicitar socorro a Enrique III de Castilla. Este episodio sería el origen de las rencillas entre los dos conquistadores: mientras Béthencourt permanecía en España rindiendo homenaje al rey, asegurándose así la propiedad de las Canarias, Gadifer se quedaba en las Islas padeciendo incontables penalidades y defendiendo sus posesiones sin obtener nada a cambio. En Le Canarien también se narran las disputas entre los franceses y los habitantes de Lanzarote; la peregrinación de Gadifer por todo el Archipiélago; el retorno de Béthencourt a las Islas y el sometimiento final de Guadarfia y los jefes de Fuerteventura, La Gomera y El Hierro, ya sin Gadifer en las Islas. Los antiguos isleños vistos por los europeos Las Crónicas francesas nos han aportado numerosos testimonios sobre la vida y las costumbres de los antiguos isleños. De los habitantes de La Palma, por ejemplo, aseguran que eran «gentes hermosas y se alimentan sólo de carne» [LC (d. 1494) 2003: 332]. También señalan que en La Gomera se «habla el más extraño lenguaje de todas [las Islas] [...], pues hablan con los bezos como si carecieran de lengua» [LC 2003: 335]. Le Canarien apunta que en las tierras más altas de El Hierro «hay unos árboles que gotean constantemente agua buena y clara, que cae a unas fosas junto a ellos» [LC 2003: 331], y que Tenerife es un país donde «La tierra es muy buena para cualquier cultivo. Sus numerosos habitantes son el pueblo más intrépido de cuantos viven en las islas, y nunca fueron asaltados ni reducidos a servidumbre como los de las demás islas» [LC 2003: 336]. De los canarios, las Crónicas destacan que «Tienen muchos animales, como cerdos, cabras y ovejas, y unos perros salvajes que parecen lobos, pero son más pequeños» [LC 2003: 340].
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