Nº 17 Diciembre 2006
[ISSN 1886-2713] |
:::Gomeros continentales:::La goma de almácigos o una tribu amazighe, he ahí la duda que la investigación histórica no ha terminado de resolver de manera taxativa para la etimología del nesónimo Gomera. Como ocurre con los canes y Canaria o las cabras y Capraria, siempre ha bastado cualquier semejanza formal entre voces latinas y amazighes para, como mínimo, cuestionar la identidad nativa del léxico norteafricano. Para el ser humano, dar nombre a una cosa supone, en cierta medida, algo así como apropiarse de ella, un acto más acusado y comprensible dentro de un proceso de expansión colonial. Con objeto de conocer un poco mejor a la tribu que parece haber poblado la isla de La Gomera, traemos en esta ocasión un texto de referencia en la etnografía amazighe, del que hemos entresacado un fragmento muy esclarecedor acerca del origen de esta comunidad continental. Autor: Georges S. Colin. Título: «Le parler berbère des Ghmâra». El habla bereber de los ghmâra […] El testimonio más antiguo del empleo del bereber por los ghmâra parece proporcionado por el geógrafo Al-Bakrî (siglo XI). En efecto, nos informa de que el famoso Hâ-Mîm, un ghumârî perteneciente a la antigua tribu de los mayaksa, que estaban asentados cerca de Tetuán, instituyó para sus compatriotas una religión destinada a luchar contra el islamismo y, con este propósito, les dio un Qur’an redactado en su lengua (1). La naturaleza de esta lengua no queda precisada, pero tampoco puede tratarse de un texto religioso compuesto en árabe dialectal, porque Al-Bakrî añade: «y he aquí una parte de lo que se tradujo»: no se habría tenido necesidad, pues, de traducir a la lengua clásica un texto árabe más o menos vulgarizado. Por otro lado, y gracias al propio Al-Bakrî (2), sabemos que, desde el siglo VIII, una población bereber vecina, los baraghwâta de la Tâmasnâ, habían recibido de su profeta, Sâlih ibn Tarîf, un Qur’an no árabe, del cual el geógrafo nos ha conservado algunos pasajes; como los términos «no árabes» que cita son bereberes, la existencia de un Qur’an bereber entre los baraghwâta permite suponer con alguna verosimilitud que el de los ghumâra estaba escrito igualmente en esta lengua (3): ahora bien, su autor, Hâ-Mîm, falleció en 315 (927-928). De un fragmento de León el Africano (principios del siglo XVI), se puede colegir que, en su época, una parte de los ghumâra empleaba aún el bereber. En el capítulo titulado Diversidad y conformidad de la lengua africana (4) y hablando de los bereberes, dice: «Y los que están próximos a los árabes, y que les tratan más, adoptan su lengua, la cual usa también quasi todo el pueblo gumera». Si casi todos los ghumâra ya hablaban árabe, significa que algunos todavía conservaban el uso del bereber (5). oOo ¿Cuál puede ser el origen del islote berberófono de los ghmâra? ¿Se trata de una entena empujada hacia el Oeste por las hablas del Rif o por los senhâya y que, como consecuencia, se habría separado del bloque principal? ¿O estaríamos en presencia más bien de un testigo de la época antigua en la que todo Marruecos, desde el Sahara hasta el Mediterráneo, era berberófono? Dejo la tarea de decidir a quienes escriban la historia de la lengua bereber. Sin embargo, además del carácter netamente «meridional» del bereber de los ghmâra, algunos otros hechos militan desde ahora en favor de la segunda hipótesis [*]. En uno de los textos que se encontrará más adelante, se cuenta brevemente la creencia general entre los ghmâra de la ocupación antigua de su país por una población que denominan hal Sûs, «gentes del Sus», creencia compartida además por todos los habitantes del noroeste marroquí (6). Esta tradición popular puede sorprender en un primer momento; está apoyada no obstante por los testimonios de un geógrafo y de un historiador, ambos de primer orden. 1º En su diccionario geográfico titulado Mu‛djam al-buldân, art. Sûs, Yâqût (siglo XIII) menciona un Sus citerior que tenía por capital Tánger y estaba separado del Sus ulterior (¿capital Tarqala?) por una distancia de dos meses de camino. Así pues, habría habido una época en la que todo Marruecos era llamado Sus, hasta Tánger; por tanto, no tiene nada de sorprendente que el territorio actual de los ghmâra haya sido habitado por «gentes del Sus», lo que, por lo demás, tampoco lleva forzosamente a considerarlos como invasores llegados desde el Sur, sino más bien como una población con el mismo origen que la que pobló antiguamente ambos Sus, es decir, todo el Marruecos occidental, desde el Sahara hasta el Mediterráneo. 2º En apoyo de esta última hipótesis viene también el testimonio de Ibn Jaldún (siglo XIV). Este historiador, que aporta la fuente más preciosa de nuestras informaciones para todo lo que representa la historia antigua de Marruecos, nos muestra que la base de la población de este país estaba constituida por los masmûda, cuyo ámbito principal, en su época, era el macizo del Gran Atlas, al sur de Marrakech: ahora bien, añade que los ghumâra forman parte de los masmuda (7). Al-Bakrî (op. cit., p. 104, L. 15) corrobora este informe cuando notifica que los masmûda residían en los confines occidentales de los ghumâra, en las montañas del litoral comprendido entre Ceuta y Tánger, la llanura (qanbâniya = romance 'campiña), que depende de esta ciudad ocupada por los sanhâya; son estos masmûda los que darán a la fortaleza marítima de Al-Qasr as-Saghîr su antiguo nombre de Qasr Masmûda; estaban ya en esta región en el siglo X, puesto que Hâ-Mîm murió combatiendo contra ellos. Además, el recuerdo de los masmûda ha sido conservado hasta nuestros días en el noroeste marroquí a través del nombre de una tribu asentada entre El-Qsar y Wezzan, en una región donde, precisamente, Al-Bakrî señala localidades habitadas por los kutâma y los âssâda, tribus masmúditas (8). Todo indica que, en el período histórico más antiguo al que nos permiten acceder los textos árabes, el Marruecos occidental, al oeste del Atlas Medio (9), estuvo enteramente habitado por los barânis masmúditas. Al sur, en el Gran Atlas, por los masmûda propiamente dichos; en el centro, en la vasta zona de llanuras que se extienden por la región de la Tensift hasta la del Lekkos, por los dukkâla y las tribus emparentadas (10): hâhâ, ragrâga, hazmîra, dughâgha (= ¿Banû Daghûgh?) y Banû Mâgir, por los baraghwâta (11) y por los Banû Hassân (12); al norte, por fin, en la parte occidental del macizo rifeño, por los ghumâra. Son a estos últimos a quienes las gentes del Norte llaman ahora hal Sûs, sin duda como consecuencia de un lejano recuerdo de la comunidad de origen que unía a los ghumâra primitivos con los bereberes actuales del Sur. En una fecha todavía imprecisa, cuando las regiones llanas fueron invadidas por otras poblaciones (¿sanhâya, zanâta, árabes?), el bloque masmûda se habría escindido y drásticamente disminuido, al tiempo que su territorio se habría reducido a dos macizos montañosos (13), distantes hoy alrededor de 500 kilómetros: el de los masmûda propiamente dichos, en el Gran Atlas, y el de los ghumâra. Así podría explicarse históricamente la supervivencia entre estos últimos de un enclave berberófono emparentado con las hablas meridionales.
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