nº 11 - Abril 2006
[ISSN 1886-2713] |
:::Guiniguada:::Un alto porcentaje de los materiales lingüísticos que aún se conservan del amazighe insular pertenecen al ámbito de la toponimia. Muchos lugares mantienen todavía aquellas denominaciones antiguas, aunque pocas veces se guarda memoria de las razones que inspiraron tales nombres. Con frecuencia, ese sentido que hoy se nos oculta contiene claves interesantes para desentrañar la relación de los seres humanos con el medio. Como queda ya de manifiesto con la voz que abre esta sección, traeremos a estas reseñas todos los accidentes del paisaje que puedan documentarse adecudamente, lo cual incluye valles, montañas, riscos o barrancos, pero también puertos, fuentes y ríos. Por descontado, la toponimia nos brinda una oportunidad excepcional para captar la extensión del caudal amazighe en todo el Archipiélago. Ahora bien, conviene tener presente la posible influencia de ciertos factores de distorsión, ligados tanto a los movimientos de población (forzados o voluntarios) como a criterios sociolingüísticos más o menos anacrónicos. Por eso, para el análisis científico, la repetición de algunos nombres de lugar por varias islas proporciona una constatación menos relevante que la explicación de nombres diversos a través de la misma lengua, prueba inequívoca de la unidad idiomática y cultural que regía en el conjunto insular. La existencia de numerosos veneros y ríos cuyas aguas centelleaban al contacto con la luz del sol hizo pensar a los marinos antiguos que en la isla de Canaria el oro se esparcía por la superficie, motivo por el cual la llamaban también El Dorado. Uno de esos cursos permanentes y más abundante, del que hoy sólo queda la arteria desangrada, surcaba desde las cumbres bañadas por la benéfica acción del alisio hacia el valle donde los conquistadores emplazaron su capital: Era un hermoso valle de gran cantidad de palmas i dragos, higueras i sauces, i agua que corría siempre a el mar de un arroio llamado Geniguada, esto es, a la falda de un cerro que corre de Norte a sur por legua y media poco más, hasta encontrar con el paso peligroso de un risco alto i tajado que cae a el mar. Tiene esta ribera de ancho de dos a tres tiros de piedra, onde se cituó el Real, llamado de las Palmas; dispúsese hacer iglesia en una casa canaria [Gómez Escudero (ca. 1484) 1993: 393]. Esa referencia a la ocupación de una vivienda isleña para asentar una capilla muestra que la zona ya estaba poblada, pero las tropas del conquistador Juan Rejón habían desembarcado a cierta distancia, «en el puerto de las Isletas». No obstante, «[…] por ser el citio falto de agua, vinieron caminando a sentar el real a un arroio que sale a el mar llamado Tinaguada [Jinaguada]» [Cedeño (ca. 1490) 1993: 354]. Sin embargo, la elección de una ubicación tan propicia tuvo poco de casual: Tomaron un canario uiejo que en aquel tiempo estaba mariscando a la orilla del mar, el qual trujeron luego a la uandera y entre otros auisos o consejos que dio a los nuestros les dijo que asentasen su rreal en un lugar fuerte y eminente y a la bista del puerto y sus nauíos, con agua bastante y el rrío de Geniguada barranco que lleuaua agua perpetua a la mar que pasaua a el pie deste sitio, el qual se dise aora la ciudad del rreal de las Palmas por auer muchas en él [Ovetense (1478-1512) 1993: 126]. En el segmento medio y bajo del barranco, menudeaban las canalizaciones y depósitos de agua utilizados por los antiguos canarios para el abastecimiento doméstico y agrícola. En el cono volcánico de La Caldereta y en torno al puente de La Angostura, por ejemplo, hallamos todavía el importante conjunto arqueológico de las Cuevas de los Frailes, donde se conservan varias cavidades artificiales junto a evidencias concretas de un poblamiento estable, tales como silos, cisternas y cuevas sepulcrales. Unas especiales condiciones ambientales que tampoco pasaron inadvertidas para los ocupantes europeos: «En fin, el dicho gobernador Bera hiso el primer ynjenio de agua serca de la ciudad, un quarto de legua el rrío arriba que pasa por ella que se llamaba de Gueniguada, que hasta a pocos años a durado […]» [Ovetense (1478-1512) 1993: 164]. El clima favorable (cálido y seco), así como la abundante provisión de agua y combustible (madera), convertían las vegas y bancales litorales en óptimos escenarios para la plantación de cañaverales, soporte de una industria azucarera cuya extensión terminaría por privar a la isla de Gran Canaria de la mayor parte de su masa forestal. En realidad, se tiende a pensar que la denominación de barranco Guiniguada sólo se aplicaba a esos tramos bajos de su curso. El trazado, que arrancaría en diferentes barranquillos desde la cumbre nororiental (Cruz de Tejeda, Degollada de la Cumbre, etc.) avanza por Las Lagunetas como Barranco de la Mina (principal tributario del Guiniguada) y desciende recibiendo las aportaciones de distintos afluentes: Cañada Bijango (B-h´angãy, ‘gran cuello’), Cañada de los Sauces y Barranco de Antona, entre otros, hacia Utiaca. Bajo la denominación de Barranco de Alonso, y posteriormente de La Angostura, prosigue flanqueado por el Lomo Espino hasta Las Meleguinas y La Angostura en dirección a Dragonal Bajo, pasando por el Jardín Canario (Jardín Botánico Viera y Clavijo). A partir de La Calzada y ya como Barranco Guiniguada, se adentra en Las Palmas de Gran Canaria donde desemboca, mientras separa los barrios de Triana y Vegueta. El tramo urbano se encuentra hoy en día bajo el asfalto Por fortuna, los registros documentales de este topónimo son bastante precisos, tanto en la notación de la dicción como del significado, lo cual evita cualquier duda acerca de su origen. Como es lógico, la transmisión textual desliza algunas incorrecciones ortográficas, pero una fuente tan importante como la Información de servicios de Fernando Guanarteme a la corona hispana, promovida por su hija Margarita para probar su condición noble, revela una formulación casi exacta del compuesto: «e que los canarios llamaban a do se asento el dicho Real y es esta ciudad ni gui ni guada que en su lengua dellos quiere decir alla pardelagua de la mar» [PHMFG (1526) 1891, III: 216]. Intervienen aquí dos conceptos bien atestiguados en las variedades continentales e insulares de la lengua amazighe, por lo que su restitución hipotética ofrece muchas garantías. El primer segmento [N•G•Y] hace referencia a la idea de ‘fluir, correr’ y ‘crecer’ que experimenta un curso de agua. Pero no se trata de reflejar la expansión desbocada que a menudo suele mostrar este término, pues el segundo ingrediente [G•D] del binomio le proporciona un ‘cauce’, es decir, el ‘margen o espacio que contienen dos orillas’. Quizá resulte llamativa la utilización de enunciados de alguna manera semejantes para aludir a ese «rrio» o «arroio», porque cualquiera de los dos vocablos hubiera bastado por sí mismo para componer una denominación significativa. Pero, aparte del horizonte expresivo que esta lengua (tamazight) confiere a las reiteraciones, como se observa incluso en el fragmento ngy.ngy, es obvio que se pretendía concretar la descripción. En efecto, el encauzamiento que aparece bajo la forma gwadda bien podría remitir a la noción del ‘barranco’ por donde discurría esa corriente abundante (ngy) o bien al tejido de canalizaciones y depósitos naturales que jalonan parte de su itinerario. Aunque, si hemos de mencionar precisiones, cabe añadir el topónimo emparentado Tenteniguada (Tenttewt_ngy_gwadda), nombre de una cuenca o caldera en el cuadrante nororiental de Gran Canaria, donde lo que se subraya es el ‘comienzo (del río)’. En resumen, el análisis etimológico muestra: *ngyngi_gwadda, m. sing. ‘río’, literalmente ‘abundante corriente de agua [en] cauce (o cuenca) natural’.
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