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nº 11 - Abril 2006
[ISSN 1886-2713]
Dice Chuyú...  

:::Las armas de los antiguos isleños:::

Nuestra luciérnaga Chuyú, vestida como un guerrero isleño

A menudo se nos ofrece una imagen de las antiguas sociedades isleñas como una especie de paraíso feliz, donde las gentes vivían tranquilamente y en armonía con la naturaleza. Sin embargo, la subsistencia no siempre fue fácil, pues dependía de unos ecosistemas fértiles en general, pero explotados a través de estrategias económicas y medios técnicos limitados. En esas condiciones, la vida no estaba exenta de sobresaltos. Cada fracción o grupo de una comunidad administraba un espacio determinado y sus recursos, por lo que la transgresión de esas lindes o la propiedad de esos bienes constituyó siempre una fuente de conflictos: «Todas sus guerras y peleas eran por hurtarse los ganados, (que otras haziendas no las posseian) y por entrarse en los términos» [Espinosa (1594: 25r) 1980: 42].

Así, es preciso señalar que las situaciones bélicas formaban parte de la vida cotidiana. No vivían en guerra permanente, claro, pero la violencia ocupaba un papel que sería incorrecto considerar anecdótico. La fuerza, el vigor y la destreza en el combate rendían un prestigio social considerable. Fortaleza y valor eran cualidades admiradas y potenciadas en las personas desde edades muy tempranas, como corresponde a una existencia que, sólo por lo abrupto del territorio insular, ya requería unas capacidades físicas ineludibles.

Con todo, los enfrentamientos de alguna magnitud debían cumplir ciertas reglas:

Quando yuan apelear siempre yuan desnudos saluo las partes deshonestas, y su tamarco lleuauan rebuelto al braço, yuan tambien sus mugeres con ellos que les lleuauan la comida, y para si morian que los traxessen, a sus entierros, y cueuas y aun que fuuessen vencidos no hazian daño alguno, los vencedores alas mugeres ni hijos de los vencidos, ni a los viejos, y hombres que no fuessen de guerra, antes los dexauan en paz, boluer a sus casas [Espinosa (1594: 25v) 1980: 43].

Ese respeto por la integridad de las mujeres, ancianos y niños demuestra una plena consciencia de las dificultades que entrañaba la vida en las Islas y del peligro inútil de un exterminio. Pero, a su vez, esas contiendas también practicaban una selección de los seres humanos dotados de mejores cualidades para subsistir. Tan duras eran las cosas entonces...

Estas disputas y, con posterioridad, la lucha contra los conquistadores europeos llevaron a los antiguos habitantes de Canarias a fabricar diversas armas, haciendo uso de los pocos recursos que estaban a su disposición.

Armas arrojadizas

Las piedras, duras y compactas, más o menos talladas en algún caso, ocupaban sin duda un lugar preponderante en el arsenal de proyectiles empleados por los antiguos isleños. De hecho, en su lanzamiento y esquive se adiestraba incluso a los niños. En la primera fase del entrenamiento, sólo utilizaban bolas de barro. Se trataba de evitar hacerles daño hasta que ganaran la agilidad necesaria para quitar el cuerpo de la trayectoria del objeto lanzado.

Piedras y arma contundente

Banod: vara de madera a modo de lanza, endurecida al fuego y afilada, que tenía un contrapeso en el cuerpo para mejorar su estabilidad cuando era arrojada.

Varios tipos de banod



Contundentes

Magado: especie de garrote de madera con una gran protuberancia en uno de sus extremos, era el arma más utilizada por los antiguos canarios.

Sunta: maza muy gruesa con porras en los extremos, la empleaban sobre todo los guanches.

Magado o sunta

Tezeze: garrote, palo grueso y fuerte para la lucha.

Tamazaque: lanza de madera utilizada normalmente como ayuda para caminar, pero que también servía para defenderse.

Tezeze o tamazaque



Armas punzantes o de corte

Tabona: especie de cuchillo realizado con una piedra, la obsidiana, de gran dureza y a la que es posible sacarle un filo muy cortante. Los canarios le daban los nombres de tauas y tafigue. Como es lógico, no sólo aparecían en el combate, pues también eran herramientas eficientes, por ejemplo, para cortar tejidos y desollar animales.

Tabonas de obsidiana

Magido: especie de espada de madera, delgada y puntiaguda, manejada con pericia por los antiguos canarios. Como curiosidad, cabe señalar que, en su versión continental, los movimientos de este venablo se asocian a la imagen de un gato salvaje.

Moca: estoque o vara puntiaguda, hecha en madera y endurecida al fuego, constituía el arma preferida por los auaritas. Un instrumento prácticamente idéntico al amodaga de los canarios, que entre ciertos pueblos tuareg participa también en un juego infantil donde dos grupos intercambian puntadas.

Magido o moca



Armas de defensa

Tarha: con corteza de drago y cubiertos de cuero, los antiguos isleños fabricaron escudos o rodelas para protegerse. Pero ese nombre se debe a que, por lo general, les pintaban diseños de diversas formas y colores a modo de divisas o emblemas.

Tarha hecha con tronco de drago y piel



Instrumentos de poder

Añepa: aunque adquirió un valor más bien simbólico, pues se convirtió en la insignia principal de la jefatura y el poder del mencey, esta lanza o vara, fabricada con maderas tan consistentes como la tea o la sabina, también tuvo su importancia en la armería isleña.

Añepas

Fuentes

ESPINOSA, Alonso de. 1980 (1594). Historia de Nuestra Señora de Candelaria. Introducción de Alejandro Cioranescu. S/C de Tenerife: Goya.

Bibliografía

REYES GARCÍA, Ignacio. 2006. Voces del poder en el amazighe insular. S/C de Tenerife: Foro de Investigaciones Sociales.

Autor: Chuyú

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