Nº 10 - Abril 2006
[ISSN 1886-2713] |
:::Tibiabin y Tamonante:::Cuando los invasores normandos llegaron a las islas de Lanzarote y Fuerteventura, hallaron unas poblaciones diezmadas por los ataques piráticos. Los isleños opusieron cierta resistencia, pero los niveles de violencia de aquellas primeras conquistas fueron notablemente inferiores a los que se darían años más tarde en Tenerife o Gran Canaria. Sin ir más lejos, la isla de Lanzarote sería sometida en 1402, sólo unos meses después de la arribada de Béthencourt y Gadifer al Archipiélago. Tres años más tarde, en 1405, llegaría la rendición de los jefes de Fuerteventura. Tras diversas expediciones, los europeos habían levantado en la antigua Erbane las fortificaciones de Rico-roque y Valtarajal, que servirían como base durante las diferentes operaciones militares llevadas a cabo para el sometimiento de la Isla. Le Canarien se hace eco de todo ello, pero no menciona a dos importantes personajes que, según Abreu Galindo y Leonardo Torriani, tuvieron un papel decisivo durante la etapa final de la conquista de Fuerteventura. Nos referimos a dos mujeres, madre e hija: Tibiabin y Tamonante. Tibiabin y Tamonante Es el lombardo Leonardo Torriani quien aporta más detalles sobre la función de estas mujeres en la antigua sociedad amazighe de Fuerteventura. Mientras Tibiabin era considerada una «mujer fatídica y de mucho saber, quien, por revelación de los demonios o por juicio natural, profetizaba varias cosas que después resultaban verdaderas, por lo cual era considerada por todos como una diosa y venerada; y [...] gobernaba las cosas de las ceremonias y los ritos, como sacerdotisa», Tamonante «regía las cosas de la justicia y decidía las controversias y las disensiones que ocurrían entre los duques y los principales de la isla, y en todas las cosas era superior en su gobierno» [Torriani (1590) 1978: 75]. Estas funciones sociales parecen reflejarse en la propia etimología de los nombres de ambas mujeres. Podemos traducir el de Tamonante (Tamonnant) como ‘mujer que tiene la experiencia de la lectura’ o, literalmente, ‘la que deletrea’ (Reyes 2006: 60). Esto no deja de ser significativo, pues la complejidad de la escritura líbico-amazighe convierte su lectura en un ejercicio que requiere cierto adiestramiento, ya que un mismo texto puede contener varios mensajes diferentes. Es por eso que «elaborar y descifrar los mensajes escritos requería una experiencia no exenta de consideraciones socioculturales de carácter esotérico» (Reyes 2005a: 63). Por su parte, el nombre de Tibiabin hace referencia a quien ‘murmura o reza para sus adentros’ o, en sentido literal, ‘(mujer) muda que susurra’, algo que parece estar relacionado con la función sacerdotal o ritual que las fuentes le atribuyen (Reyes 2006: 61). La rendición de Fuerteventura Abreu Galindo anota en su Historia que la fase final de la conquista de Fuerteventura estuvo precedida por un conflicto interno en el que los dos bandos de la Isla, capitaneados por Guize y Ayose, se vieron enfrentados. La contienda haría menguar todavía más los efectivos disponibles para la defensa de la ínsula. Y fue en ese contexto de extrema inferioridad isleña cuando Tibiabin y Tamonante aparecieron en escena para aconsejar a su pueblo: El capitán o rey de aquella parte donde desembarcó el capitán Juan de Betancur, como vió los navíos y gente que desembarcaba, llegó a hacer alguna defensa, con grande ánimo. Fué Dios servido hubiesen pláticas, por persuasión de las dos mujeres Tibianin y Tamonante, que así se lo aconsejaron, y se rindió. [...] El otro rey, llamado Guize, [...] determinó también rendirse, por las amonestaciones que las dos mujeres Tibiabin y Tamonante le hacían, prometiéndole libertad y sus haciendas [Abreu (ca. 1590 > d. 1676) 1977: 67]. Como en otros muchos pasajes de nuestra Historia Antigua, la fase final de la conquista de Fuerteventura tiene varias versiones o interpretaciones. Por ejemplo, Torriani otorga a la adivina Tibiabin la responsabilidad de que los isleños no opusieran resistencia a las tropas invasoras y se dejaran bautizar con facilidad: «la Fatidica Tibiabin fu causa che gli isolani non facessero molta difesa et ch'ei si battegiassero facilmente» [Torriani (1590: 27r) 1940: 96]. Según Torriani (1978: 81): «[...] después de llegados los cristianos, entendiendo ellos de Tibiabin que aquéllos eran los verdaderos amigos y consejeros desde tanto tiempo esperados, se rindieron de buena gana, recibiendo el bautismo del obispo y de otros sacerdotes que éste conducía consigo; y la primera de todos fue Tibiabin, quien después fue mujer de mucha penitencia y de vida verdaderamente cristiana». En realidad, cuando Abreu narra el episodio en su Historia, también encontramos indicios de que la decisión final tomada por los jefes majoreros debió de verse influida por ese factor esotérico que caracterizaba más a Tibiabin que a Tamonante: [Tamonante y Tibiabin] decían lo que les había de suceder, y aconsejaban y persuadían tuviesen paz y quietud. Decían que por la mar había de venir cierta manera de gente: que la recogiesen, que aquéllos les habían de decir lo que habían de hacer [Abreu (1590 > d. 1676) 1977: 68]. Sea como sea, el importante papel desempeñado por la mujer isleña en las antiguas sociedades amazighes del Archipiélago queda perfectamente reflejado en el episodio de la rendición de Fuerteventura, en el que se pone de manifiesto que tanto Tibiabin como Tamonante gozaban del pleno respeto de sus gentes, quienes las «tenían por cosa venida del cielo» [Abreu (1590 > d. 1676) 1977: 68]. Y es que en la cultura amazighe el género femenino constituye el centro de la reproducción biológica como ser que ampara la vida y proporciona una determinada filiación social a las personas que integran la comunidad, además de ser el pilar fundamental en la vida doméstica y cultural (Reyes 2005b).
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